¡No tengo deseo sexual!

Cuando disminuye el deseo sexual, cualquier excusa es buena.

¡No tengo deseo sexual!

¡Estoy cansada, no tengo tiempo para pensar en eso!

¡No quiero coger con nadie!

¡Estoy aburrido de mi esposa!

¡Me duele la cabeza!

 

 

Seguramente estas son frases que te suenan familiares. Que has escuchado miles de veces o te han pasado por la cabeza. 

No tengo deseo sexual,  es seguramente una de las que más suenan en las conversaciones entre amigos. Le sucede a hombres y a mujeres por igual. Lo solemos asociar a la infidelidad, el desamor o a los patrones culturales que tenemos. Sin embargo, el trastorno del deseo sexual o la baja libido puede convertirse en un problema si no lo identificamos a tiempo. 

¿Cómo reconocer que no tengo deseo sexual?

Aunque cada persona experimenta la sexualidad desde un punto de vista distinto. Llegar a decir No tengo deseo sexual, es muy difícil. Porque la línea que separa nuestras percepciones de nuestras respuestas neuronales es bastante delgada. 

Para poder identificar que atravesamos un trastorno del deseo sexual, debemos conocer las diferentes formas en las que se expresan. Y todo tiene que ver con la manera en que cada individuo se relaciona con el placer. 

Hay algunas personas que les sucede de forma generalizada. Son los que dicen “No tengo deseo sexual ni excitación absolutamente con nadie”.  Mientras que  otras desean estar con todo el mundo menos con sus parejas, y en ese caso la falta de deseo sexual es situacional. 

Un trastorno es de orden primario cuando jamás hemos tenido la sensación o necesidad de experimentar el deseo sexual. Esto incluye aspectos tan amplios como el sentirse deseado, cómo tener interés en alguna fantasía, o simplemente desear a otro. Generalmente es un comportamiento que empieza en la adolescencia y se intensifica durante la adultez. Por lo que no es abiertamente reconocido como falta de deseo sexual sino que al contrario es normalizado. 

El trastorno de orden secundario sucede cuando ya tenemos un antecedente de conducta sexual positiva. Ardemos de placer, usamos juguetes sexuales, probamos los efectos de la lencería erótica, nos mandamos mensajes calientes, nos exploramos con fascinación. Y de la noche a la mañana empezamos a perder el interés por el placer y la sexualidad. Solemos atribuirlo al estrés laboral, al cansancio, a la infidelidad y a la cotidianidad de la vida en pareja. 

¿Por qué no tengo deseo sexual?

Existen unas vías neuronales que permiten que transitemos desde el deseo al placer. Este camino es alimentado por una cantidad de estímulos gratos que permiten que todo funcione en orden. Cuando mi conexión es interrumpida, no tengo cómo percibir y  reaccionar a los estímulos. En consecuencia lo que sucede es que ya no tengo deseo sexual. 

Es muy fácil confundir la falta de deseo sexual con los problemas naturales de las parejas. Sin embargo,  las causas pueden ser orgánicas y psicológicas. El deseo sexual como todo lo relacionado al ser humano. Por un lado, puede estar influenciado por nuestras percepciones, ideas y emociones. Por otro lado, cuenta con una dimensión física o biológica que impacta la manera en que son percibidos los estímulos. 

En la dimensión biológica, el libido puede verse comprometido por la acción de ciertos medicamentos. Por desórdenes hormonales, dificultades genéticas, y enfermedades crónicas o metabólicas. 

En la dimensión Psíquica, el estrés, la ansiedad, el miedo, la autoestima, los trastornos en el estado de ánimo.  Las disfunciones sexuales como  la disfunción eréctil y el vaginismo. También las creencias limitantes que tenemos al rededor de la sexualidad, suelen ser los aspectos que afectan el deseo sexual. 

Cuando no tengo deseo sexual afecto también a mi pareja.

No tengo deseo sexual, ¿Cómo lo resolvemos?

Una vez que lo reconocemos, debemos avanzar a resolver la situación.  No basta con decir “No tengo deseo sexual”. Especialmente cuando estamos en una relación de pareja donde nuestros problemas íntimos se convierten en problemas de dos. 

Para trabajar los trastornos del libido debemos poner de nuestra parte. Una mente abierta y dispuesta es el primer ingrediente de esta receta.

El acompañamiento de un sexólogo es sumamente importante porque podrá orientar la terapia desde todas sus dimensiones. 

La idea es corregir en primer lugar los factores orgánicos y secundarios de los fármacos. Se realiza un chequeo médico, hormonal y físico. 

Posteriormente se levanta un plan de trabajo personalizado que incluye una fase inicial que tiene que ver con las herramientas que tenemos para manejar la situación:

  • La Educación sexual: para trabajar las expectativas, creencias, mitos y tabúes. 
  • Herramientas para el manejo del estrés, el miedo y la ansiedad.
  • Desarrollo de habilidades para las comunicaciones y la expresión de nuestras emociones. 
  • Técnicas para mejorar la autoimagen y la autoestima

Luego, se inicia con otra fase más específica donde se trabaja directamente nuestras asociaciones con el placer y las creencias e torno a la sexualidad individual y de pareja, 

Es aquí donde promovemos las fantasías sexuales, la exploración del placer, la estimulación de las zonas erógenas de distintas maneras, el manejo de las exigencias. También se suelen incorporar recursos de apoyo, como dildos, lubricantes, vibradores y demás juguetes. 

Muchas veces nos da miedo acudir a alguien a pedir ayuda, son situaciones que se extienden en el tiempo por nuestra incapacidad para reconocerlo como una disfunción. 

Pero debes saber, que no necesariamente debes tener pareja, que cada tratamiento es distinto. Que no eres el único en decir “No tengo deseo sexual”, sino que somos muchos los que hemos transitado por episodios de poca libido.

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