La mañana de un sábado nublado, Lucía esperaba en la puerta de su casa la llegada de su mejor amiga Sofía, quien había estado de acuerdo en pasar la cuarentena entera en el departamento con ella. Se sentía un poco irritada mientras miraba a las personas ir y venir aterradas. Quería simplemente entrar ya y ponerse a ver las nuevas series que habían salido en Netflix.
Mientras esperaba, pensó brevemente en lo estresada que se sentía por toda aquella situación y en lo bien que le vendría un buen polvo para liberar el estrés de una vez por todas. Sin pensarlo se retorció un poco sintiendo su sexo caliente al instante, exigiéndole un poco de atención.
—Hola, traje helado de fresa —Saludó Sofía su mejor amiga al momento que alzaba la mano mostrando la bolsa de las compras.
—Venga, entremos de una vez, me estoy muriendo de las ganas de comenzar la serie—habló Lucía con una sonrisa.
Subieron las escaleras a paso ligero, puesto que el departamento de Lucía estaba en el segundo piso. Al cerrar la puerta, Sofía suspiró con alivio al estar por fin dentro de la casa. A ella también la estaba comiendo la paranoia ante la situación que estaban viviendo y no quería estar más tiempo fuera de casa.
—Te juro que necesito mucho sexo para liberar tanta tensión —Habló Sofía dejando las bolsas en la cocina.
—Justo pensaba en ello mientras te esperaba —comentó Lucía sacando las compras de la bolsa— Me estoy volviendo loca, siento que terminare por abusar de ti.
—En estos momentos yo me dejaría —aceptó Sofía con una sonrisa pícara— Eres mi mejor amiga, ¿por qué no?
Lucía la miró pensativa y al cerrar la nevera, se acercó a ella dispuesta a dejarse ir por una vez y darle un beso a su amiga. Sofía la encontró a medio camino del beso y sus lenguas salieron al encuentro en un pequeño contacto que sirvió para enviar electricidad al cuerpo de ambas. El abrazo se hizo más estrecho y ambos pechos se encontraron a través de la tela, rozándose.
Con un movimiento brusco Lucía levantó la camisa y el sujetador de Sofía, luego comenzó a chupar, mordisquear y lamer aquellos pechos, de la misma forma en la que a ella le gustaba que les hicieran a los suyos, dándole especial atención a la succión profunda, como si quiera comerse el pecho entero.
Sofía se retorcía y gemía de gusto sin parar, disfrutando de las sensaciones que lograba darle su amiga, pero su deseo de no quedarse atrás la motivó a hundir la mano entre las piernas de Lucía, encontrándola caliente y mojada. Esto hizo que Sofía se alejara de su amiga y vaciara la mesa de la cocina completamente.
—¿Qué haces? —preguntó Lucía confundida y con los labios enrojecidos.
—Desnúdate y sube a la mesa, voy a comerte —contestó Sofía con una sonrisa.
Lucia obedeció de inmediato y subió a la mesa desnuda, acostándose de espalda y dejando el culo en el borde, mostrando su sexo mojado y listo para recibir atención. Sofía se sentó en una silla cómodamente y comenzó la acción inmediatamente, repartiendo besos húmedos en los muslos y el monte de venus, provocando escalofríos. Luego succionó el clítoris en su boca, notando que Lucía se estremecía y gemía, repitió la acción varias veces antes de comenzar a lamer.
—Sube aquí, siéntate en mi cara —suplicó Lucia.
Sofía lo hizo de inmediato, riendo un poco mientras se subía a la mesa de madera. Una vez sobre la cara de su amiga, comenzó nuevamente a comer su sexo. La desesperación por un orgasmo se hizo más fuerte a medida que ambas lamian y chupaban el sexo de la otra, degustando ese sabor almizclado e intenso. El calor se hizo insoportable hasta que Sofía se corrió con fuerza, seguida inmediatamente de Lucia.
—Está mesa es bastante resistente —Jadeo Sofía recuperando el aliento.
—Era de la abuela —explicó Lucía— pero no es nada cómoda, la próxima vez lo hacemos en cama.
Mientras ambas se levantaban con cuidado, se sintieron inmediatamente más optimista sobre la cuarentena que se acercaba.
Fin.