Mi primera vez con una amiga

El placer es uno de los pasatiempos favoritos de María. Disfrutaba tremendamente en tocarse de forma cariñosa y placentera, y no sentía remordimiento alguno del goce que sacaba de ello. De entre su grupo de amigas, era la más atrevida y la que más provecho sacaba de su propio cuerpo. Y había probado gran cantidad de cosas, excepto una, que era la que más deseaba, torturándola día y noche…

Un día, Clara llamó por teléfono a María. Había encontrado un trabajo estupendo como diseñadora donde tendría total libertad creativa, por lo tanto, era necesario celebrar. Le comentó que y había vendido ya varios diseños propios muy sexys a chicas profesionales en Murcia. que le contaban historias de noches salvajes con clientes llevando esa lencería. Imaginarse a estas chicas llevar la ropa sexy de Clara, ponía a María de una forma que no se esperaba.

Clara comentó por eso que aunque tuviera ganas de celebrar, que el problema era que el resto de las chicas del grupo se encontraban muy ocupadas por las fechas, ya que la fiebre navideña estaba comenzando y la única que podía celebrar junto a ella era María, una deliciosa casualidad.

María compró un tinto, chocolates y se cuidó de hacerle un detalle especial a su amiga. Por eso le llevó un pequeño cactus, a modo de regalo de felicitaciones. Clara abrió la puerta de su piso aun en ropa interior, disculpándose por no estar lista aun para celebrar, alegando haberse quedado dormida. De todas formas no pasaba nada, ambas estaban acostumbradas a ver sus cuerpos. Pero ese día, los ojos de María eran más penetrantes, turbando un poco los sentidos de Clara.

María era una chica delgada, de pechos pequeños y caderas un poco estrechas. Clara, por otra parte, era un poco rellenita. Con unos pechos generosos, unas amplias caderas y un increíble culo, era un placer visual mirarla contonearse en ropa interior negra de encaje por la habitación.

Luego de que se cubriera con un vestido negro que realzaba sus curvas, María le extendió el cactus, que ella recibió alegremente. Entonces comenzaron a charlar. Pidieron algunas cosas por una app de delivery y se tomaron una copa cada una. Hacía algún tiempo que las dos no se encontraban solas en una habitación y las paredes parecían sudar del calor que hacía. Charlando y riéndose de temas en común, la distancia entre ambas fue disminuyendo. Las piernas se tocaron, las manos se posaron sobre la piel y los rostros fueron acercándose cada vez más. Sin darse cuenta, ambos labios femeninos se juntaron en un beso suave, delicado y húmedo.

Aunque no del todo suave. María besaba con violencia y deseo. Clara en cambio, era un poco más romántica. Pero recibía esos labios con gusto. Era la primera vez que ambas estaban con una mujer. Así que los movimientos eran un poco torpes por estar mayormente acostumbradas a los cuerpos masculinos. Pero ambas encontraron el camino a la desnudez. Clara mostrando de nuevo su ropa interior de encaje que quedaría en el suelo y María mostrando las bragas rojas que se quitaría.

Las bocas se movieron hacia las zonas erógenas, cada una disfrutando del manjar en su preferida. María disfrutaba en consumir los grandes pechos mientras que Clara disfrutaba en mancillas el camino menos transitado del cuerpo. Las dos coincidían en sus sexos, lamiéndolos, besándolos, chupándolos y disfrutándolos en éxtasis.

El clímax llegó cuando ambas unificaron esos dos sexos, tan húmedos y tan  hinchados de placer para frotarlos en un beso. Los labios se tocaban, se lamían, se frotaban, se masturbaban. Y ellas dos gemían de gusto porque sentían sus sexos más unidos de lo que hubieran sentido nunca. Y el orgasmo llegó para ambas a la vez, dejándolas en el suelo de la sala, embriagadas del cuerpo de la otra.

Era la primera vez que ambas estaban con una mujer, pero no sería la última.